Es posible que
la igualdad absoluta en términos reales o materiales sea solo conceptual. Quizá
el objetivo no consista en alcanzar la igualdad real, sino en que pueda ser
posible alcanzarla; lo cual tendría que ver con que las condiciones de
acceso a cualquier ámbito de la vida sean justas y equitativas para ambos
sexos. Entonces, no importarían los desequilibrios, pues serían consecuencia
natural de nuestras decisiones como sociedad.
Digo todo esto
por que creo que existen tendencias e inclinaciones, dependiendo del colectivo
al que se pertenezca, que nos pueden llevar a ubicarnos en un contexto laboral
o social determinado. En este sentido, podría haber oficios que sean elegidos
preferentemente por hombres y otros preferentemente por mujeres, sin que tengan
que ser, necesariamente, las excepciones que confirman la regla.
En los diferente
Cuerpos de Bomberos que existen a nivel nacional, las mujeres representan tan
solo un 0,83% del
total. Ciertamente, es un porcentaje paupérrimo. Es posible que este ínfimo tanto
por ciento tenga que ver con las condiciones de acceso al Cuerpo. Por suerte, al
tratarse de funcionarios públicos, dichas condiciones son escrupulosamente
analizables, dado que se encuentran recogidas en las respectivas convocatorias
de acceso. En el caso del Excelentísimo Ayuntamiento de Sevilla, solo se hacía
distinción de baremo entre hombres y mujeres en una de las cinco pruebas
físicas a superar. Una de Cinco. El SAB (Sindicato Andaluz de Bomberos),
recurrió esta discriminación en las últimas convocatorias de 2018 y 2019. El Excelentísimo,
por su parte, recogió cable y admitió que estas condiciones de acceso
constituyen una discriminación indirecta hacia las mujeres. Por ello, concluyó
“contemplar un baremo de marcas específico para las pruebas de aptitud física
que realicen las mujeres aspirantes”. Dicho lo cual, se espera que en futuras
convocatorias esta discriminación entre sexos quede extinta para siempre. Nunca
es dicha, si la tarde es buena.

Esta práctica
se enmarca dentro de una discriminación histórica, pues el acceso a los Cuerpos
y Fuerzas de Seguridad del Estado y Cuerpos de Emergencias, siempre ha estado
colonizado por hombres. Incluso se fomenta interesadamente el debate sobre sí
la aptitud física de las mujeres debiera exigirse al mismo nivel que la de los
hombres. A mi parecer, debiera exigirse exactamente el mismo nivel físico,
tanto hombres como mujeres. Pero no en el momento de acceder, sino diez años
después haber ingresado en el cuerpo. Más de uno infarta, te lo digo.
Este tipo de
medidas se extienden cada vez más a todas las administraciones. El porcentaje
de mujeres en la Policía Nacional es del 16,7% por ciento y desciende hasta el
8,9% en el caso de la Guardia Civil. Así,
se tienen en perspectiva, aunque aún deben materializarse, diferentes
propuestas en este sentido: la reserva de un porcentaje específico del total de
plazas destinadas únicamente a mujeres o el aplazamiento de las pruebas en caso
de que la aspirante se encuentre embarazada, sin el hándicap de tener que
esperar a la siguiente convocatoria.
El impacto de
este tipo de prácticas, habla por sí mismo. Logrando o, al menos, tendiendo a
la igualdad se fomentaría la erradicación de conductas machistas en estos
cuerpos. Porque, seamos honestos, por mucha oficialidad y apariencia de
neutralidad con que pretendamos vestir a la Administración, existe un día a día
lleno de comportamientos, de comentarios “sin importancia”, de no es para
tanto, de tampoco es para ponerse así, de jijí jajá, que están llenos de
machismo. A fin de cuentas, somos sentimientos y tenemos seres humanos.
Habrá quien
quiera acogerse al argumento de que favorecer en este sentido a las mujeres, es
discriminar a los hombres. Calma. Se trata de una discriminación positiva.
Igual que cederle el asiento a una persona mayor en autobús, esencialmente.
Los puntos
débiles de esta práctica residen en su implantación. Como todo, implica un
tiempo y proceso que tienen mucho más que ver con nuestra mentalidad que con las
condiciones materiales. Porque, éstas, una vez dadas, no implican que cambie
nuestra percepción sobre ciertos oficios. Si mañana apareciera un camión lleno
de mujeres bombero para extinguir un incendio, ni la mente más progresista
dejaría de sorprenderse. Incluso la presencia de una sola de ellas, no pasaría
inadvertida.
Sus fortalezas
descansan sobre el hecho de que es un precedente fácilmente imitable en otras
administraciones y que animaría a muchas mujeres a opositar a este tipo de
cuerpos. Además, es un primer paso para dejar de concebir a estas unidades como
equipos de trabajo basados en la fuerza física. También son oficios de gestión
emocional, de decisiones rápidas e inteligentes, de mano izquierda, de agilidad
mental, de relaciones humanas, etcétera, etcétera; las cuales son aspectos que se
evalúan de una manera más laxa o directamente no están sometidos a examen.
Pues esto
sería un poco todo, ¿no? Por cierto, cuando alguien cede el asiento a otra
persona en el autobús, ¿no hace sentir un poco mal a los demás? ¿O solo soy yo?
Quiero decir, que yo se lo hubiera cedido igualmente, pero a lo mejor he estado
lento o falto de reflejos. O simplemente no sabía si quizá esa persona podría
ofenderse porque la estoy considerando mayor y ella misma no se tiene en esa estima.
O no quiere ver la realidad. Que hay gente pa tó. En fin, que lo he pensado
mientras lo escribía y digo, ala, pues lo suelto, a ver si a ti también te
pasa. Y así aterrizo un poco todo el tema este de la discriminación, que no me
gusta ponerme serio tanto tiempo y tan seguido. Salud.